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Cómo actuar frente a la desregulación y usar refuerzos positivos

Cuando un niño intenta agredir a otros o a sí mismo, es fundamental que el adulto transmita calma. Muchas veces este tipo de conductas buscan atención o buscan evitar algo que no quieren hacer, por lo que si reaccionamos con angustia, reforzamos sin querer esa conducta.

En estas situaciones debemos bloquear el daño físico sin violencia, protegiendo la integridad del niño y de los demás. Un “¡no!” firme, acompañado de una actitud serena, actúa como límite claro para extinguir la conducta agresiva.

Igualmente importante es el uso de refuerzos positivos inmediatos. Si el niño necesita atención, debemos darle esa atención cuando realice conductas adecuadas: felicitaciones, gestos afectivos o reconocimientos exagerados. De esta forma, la buena conducta gana valor y la mala pierde sentido.

El uso de apoyos visuales junto con los refuerzos inmediatos permite al niño comprender qué se espera de él, anticiparse a lo que ocurrirá y encontrar motivación para repetir conductas positivas. Así, la crianza se convierte en un proceso de acompañamiento activo pero tranquilo, que promueve seguridad y confianza.